jueves, 5 de diciembre de 2024

Del libro Gizbar

 




ULISES TIENE LOS OJOS TRISTES POR LA NIEBLA

   El retorno a la pequeña pátria tras años de exilio,
puede resultar una odisea acabada en farsa
si del nido de olivo se hizo leña.


   Por fin. Yo regresaba a casa.
   Inicios de invierno.
   Oscurecía cuando el autobús cruzó el puente del río Ñuble*.
   El caudaloso río de ayer era ahora un lecho pedregoso, poblado de ánimas*.
   De pronto divisé la ciudad.
   Allá estaba. Allá en su niebla.
   No pude sino evocar con emoción las farolas del alumbrado, reducidas a nimbos. De igual forma, las siluetas borrosas de los vecinos y los arces por la calle.
   Fue lo último de la memoria antes de llegar al terminal.
   Al bajar del autobús, comencé a toser.
   Tos... tos... Tos de los pulmones y tos del alma.
   Desalentador  era ver que los pretendientes de Penélope habían corrompido la pequeña patria con el humo de sus pasiones, al abrasar los montes.
   Niebla era; hoy, bruma.
   Niebla era; hoy, memoria.
   Niebla triste en mi corazón en el retorno.
   ¿Me reconocerían los amigos  en la ciudad ciega?
   Argos se me acercó, flaco y suturado de garrapatas, seguido de otros perros vagos.


   23 de mayo de 2006


*En el río Ñuble arrojaban a los presos políticos ejecutados durante los primeros años de la dictadura. Todos ellos integran la larga lista de detenidos desaparecidos en el país.

Yo pude ser uno de ellos, si no es por un dirigente de derechas que lo impidió. Yo era el profesor de su hijo.


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