miércoles, 18 de diciembre de 2024

Del libro Como olvidado de mi país

 



 

IMMANUEL KANT ANTE EL CONGELAMIENTO DE LA COSA EN SÍ


   Cuando bajé a dar el habitual paseo por la orilla del lago después de almuerzo, oscurecía.

   Estaba helado.

   Aves denegridas aleteaban en el horizonte.

   Brisas de hielo venían desde las grandes rocas.

   Patos y cisnes, de manera extraña, se hallaban a esa hora en los robles.

   Algo más había en el ambiente: una actitud expectante.

   Pensé proseguir con el paseo.

   De pronto, el tiempo se pasmaba en mi ánimo: la superficie del agua comenzaba a cubrirse con pálidas escamas...

   ¡No podía creerlo!

   El lago se congelaba.

   ¡Era increíble!

   Había sorprendido a la naturaleza en su labor reservada.

   Quise compartir el prodigio; sin embargo no  hallé más que sombras, sombras y una que otra estrella.

   Solo, en medio de una agitada quietud, agradecía que se me hubiera dado en secreto el saber de las aves, de los animales y de los árboles.

   Me complacía haber sido separado de la manada, pues, el único diálogo es con el individuo.

   Con gusto me habría puesto a andar sobre las aguas entumecidas, o emigrado con los cisnes cuando al alba alzaran alas como ángeles de un nuevo reino.

   Sin embargo, optaba por el ángel proscrito que soy.


     08 de febrero de 2006, Lilla Essingen, Estocolmo.





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