sábado, 26 de marzo de 2022

Del libro Reloj de péndulo


Estocolmo, 1998.
No sé en qué momento le prometí
el poema de amor cortés...

si después de toparse nuestras manos en el lomo del libro de Bernart de Ventadorn, en el anaquel de la Biblioteca Central; o al mostrarle mi cuaderno de poemas; o al imaginarse, con una sonrisa de ensueño, doncella de la Provenza del siglo XII. De veras, no lo recuerdo; pues mi razón turbada estaba ora por su mirada, ora por su gracia en todo. Incluso desoí en mi conciencia la regañina del Hablante Lírico al despedirme de ella en la Estación Central. «Estás mal de la cabeza», dijo. «¿Acaso te puedes imaginar a ambos con un poema de amor platónico en los labios ante un público mundano?» Todavía más: la convidé a cenar en mi departamento este viernes con la intención de acercarme a su corazón para escribir el poema de amor purus, el cual, el mío, como he dicho, dio en ofrecer. «¡Hola!», nos dijimos apenas abrí la puerta (un hálito de la calle helada entró con ella). Con ademán caballeroso, la hice pasar al recibidor, en tanto ella me entregaba un pequeño bolso de papel con buñuelos. «¡Gracias!», dije, algo alborozado. Reímos. «Brrrr ..., hace mucho frío fuera», castañeteó. «Pues ..., adelante», la invité con gesto de mano. «¡Gracias!», aceptó, inclinada la cabeza; los brazos cruzados sobre el pecho. De nuevo reímos. En el perchero puso el abrigo negro con los guantes, el gorro, la bufanda; los borceguíes, en el zapatero. «Bueno ...», dije. «¿Pasemos? Quiero mostrarte mi casa». «¡Con gusto!», respondió. Nos daba risa todo. Empezamos por la sala de estar con su pequeña discoteca (de pasada, desde la ventana, echamos una mirada al barrio); luego, el dormitorio; hasta llegar a la cocina, donde un par de velas ardían en el centro de la mesa. «Mm ..., qué tenemos aquí», dijo con deleite. Yo había puesto jamón serrano, una variedad de trozos de queso, rebanadas de baguette, higos, uvas cubiertas de nuez ... Mm ... Sí, una tabla de lujo; además, bien acompañada de una atractiva botella de vino de Langedoc. Pues ..., claro, ¿cómo no se me iba ocurrir esta minuta para nuestra primera cita? De Inmediato pasé a escanciar el vino en las copas. «¡Salud!», dijimos. Ella estaba encantada. Ansioso, fui a la discoteca a buscar el CD de René Clemencic. «Mira ..., lo hallé en una disquería de París», dije. «¿Te gustaría escucharlo?» «Sí, por supuesto ... ¡Oh, mi Dios!», dijo, asustada, porque alcanzó a apañar la copa entre risas. Si bien la carcajada fue al ver uno de los CD ir rodando con descaro hacia el dormitorio tras escabullírseme del estuche. De a poco nos relajábamos, entrábamos en confianza. Fascinado me sentía al oírla, pues en sus labios la poesía trovadoresca sonaba a verdad: «Can vei la lauzeta mover De joi sas alas contra'l rai Que s'oblid'e's laissa chazer Per la doussor c'al cor li vai ...» En las velas, el tiempo se consumía con indiferencia. Durante unos minutos, si lo pienso ahora, debo haberme vuelto demasiado locuaz, porque ella, aletargada, abrigó con terneza mis manos. «Es maravilloso oírte ...», dijo, pasándolas por su mejilla. Enseguida se levantó con un susurrante: «Acompáñame ...» Sumiso, me dejé llevar al dormitorio mientras yo ponía los labios en la suave tela de la blusa de su hombro. Sonrientes, nos recostamos en la cama. «Qant Amors trobet partit Mon cor de son pensamen D’una tenson m’asailhit ...», oíamos cantar a René Clemencic. Imaginé hallarnos en la alcoba de un castillo en la Auvernia del siglo XII. Las voces de los caballeros en el patio daban cuenta de sus afanes en víspera de una nueva cruzada. Desde el bosque nos llegó el graznido de una corneja porque la hora nocturna había llegado. «Tempus fugit, sicut nubes, quasi naves, velut umbra ...», salmodié un par de veces cuando buscábamos entre los cobertores nuestras prendas. En silencio, cogidos de los dedos, entramos en la cocina a tomar el último sorbo de vino. La cançó había enmudecido sin darnos cuenta. Me dio un beso antes de dirigirse al recibidor. De verla ponerse los borceguíes, el abrigo negro, la bufanda, el gorro, los guantes de lana ..., me dio tristeza. Sin embargo, sonreíamos, así en el instante de despedirnos en la puerta, como antes de desaparecer en la gélida oscuridad de la noche. «Alóooo ...», me digo —me golpeo con los nudillos la cabeza—. «Hablante Lírico, ¿estás por ahí? Observa mi corazón ... ¡Se halla en llamas!» No ... Ya no escribiré poema provenzal, ni en lengua de oc, ni consonante, ni como debiera, sino de pocas ropas. ¿Las razones? Estas: la primera, por el amor mixtus experimentado tal cual con ella esta tarde. La segunda, por la abundancia de los muchos de esos otros suspiros. La última, porque quiero decirlo desta manera sencilla, inspirado en el trobar leu, para entendimiento de las cosas del amor. Ansí, agora sólo resta aguardar su próxima visita para leerle esta prosa y tornemos, espero, a lo mismo.


Para Arnaut Daniel, el mayor poeta europeo de todos los tiempos.

 


1. Bernart de Ventadorn (1147-1171), uno de los mejores trovadores occitanos. Representa el trobar leu. La poesía trovadoresca se clasifica en: la escuela sencilla, trobar leu, y las escuelas herméticas, trobar clus y trobar ric.

2. «E no'us era ges semblan...» (Cuando Amor vio que esa atención / ya no le prestaba mi corazón, / inmediatamente me retó a una pelea...), de la canción "Quant Amors Trobet Partit", composición de Peirol o Peiròl. Fue un trovador de Auvergnat que escribió sobre todo cançós de amor cortés a finales del siglo XII y principios del XIII. La interpreta René Clemencic (27 de febrero de 1928 - 8 de marzo de 2022, Austria). Compositor, flautista, clavecinista, director de orquesta y clavicordiario.

3. Primeros versos de una de las reconocidas cançós de Ventadorn. «Cuando veo la alondra mover / sus alas de alegría contra el rayo del sol / y que se desvanece y se deja caer / por la dulzura que le llega al corazón...»

4. Amor purus: 'amor cortés', 'amor platónico', concepto del amor de los trovadores en el Siglo XI, Languedoc, Francia. Otros: amor mixtus 'pastoral', o 'pastorela', en provenzal; amor impurus: 'ferino', 'carnal'. Entonces: Amor mixtus (amor mixto): el amor físico y espiritual, cuando se dan conjuntamente.

5. «Tempus fugit, sicut nubes, quasi naves, velut umbra» (El tiempo se escapa como una nube, como las naves, como una sombra).

6. Lengua de oc, u occitano, es una lengua romance que se hablaba en todo el tercio sur de lo que hoy es Francia (al sur del río Loira). También en algunos valles alpinos de Italia y el valle de Arán (en el noroeste de Cataluña, España).

7. Desta, ansí agora: 'de este', 'así ahora', en romance castellano.

8. El ejercicio consistía en escribir sin la conjunción 'y' ni el pronombre relativo 'que' —tampoco como conjunción subordinante—; salvo la 'y' al final, para no dejar con angustia al lector.

 


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