© Harold Durand Libro registrado en Estocolmo en 2007.
SELECCIÓN
DEL AUTOR DE ESTOS POEMAS
En un intento por hallar paz y consuelo —tras el trágico final que tuvieron los sueños de su generación—, el autor de este cuaderno abandona ideologías políticas y filosóficas y se viene a vivir a nuestro monasterio benedictino, aquí en Sala, al norte de Estocolmo. Es en este lugar donde conoce —en Internet— a la muchacha que lo motiva a regresar a su ciudad natal, con tiernos y apasionados mails. Sin embargo, una vez de regreso, la ciudad que había dejado hace casi tres décadas, ya no es la misma, como tampoco el amor virtual de la joven. Así que decide volver al monasterio de la nieve y la oscuridad, donde escribe los poemas que encontré en su celda cuando la aseaba, luego de su muerte.
SEGISMUNDO
Monasterio de Östanbäck, Sala, Suecia.
y en Roma misma no la hallas
FRANCISCO DE QUEVEDO
VII
RECUERDA EL SUEÑO TENIDO JUNTO AL RÍO ÑUBLE (LO ÚNICO QUE NO CAMBIA, PUES SIGUE CORRIENDO).
VIII
SE CONDUELE DE SU EXILIO Y SU FALTA DE PERTENENCIA.
XV
NARRA LO QUE DIOS LE DIJO EN UN SUEÑO.
XVII
PIENSA EN LA MUERTE AL RECIBIR MALAS NOTICIAS DE SU CIUDAD.
Noticias del libro y del soneto de don Francisco de Quevedo
Así como en el soneto de don Francisco de Quevedo, también el peregrino de Durand busca la ciudad natal en su ciudad natal y en ella misma no la halla. «Se podría decir», escribe David Miralles, comentando el soneto de Quevedo, «sin más que este peregrino está ciego al presente o que es incapaz de procesar el cambio. El presente no puede verse porque horroriza, lo actual es sólo la tumba del pasado. El tiempo pues, no ha sido un agente de progreso, un elemento benefactor. La Roma actual carece de belleza, carece de toda vida, su ser actual es nada, es muerte. [...] Lo único bello que permanece desde aquella edad dorada es el río Tiber como una imagen material de la fugacidad del tiempo, lo único permanente es lo que fluye, lo que se va. El oxímoron así construido sirve como una sutil ironía.»
En el caso del libro El Peregrino Ciego, más por lectura que por inspiración, Durand busca apoyo en el tópico del soneto para poetizar su propia experiencia de exiliado en el retorno a la pequeña patria, y lo hace especificándolo en una muchacha, en cuanto ella es la representación de la ciudad natal, encuentro que sin embargo no ocurre, pues ni ella ni la ciudad son las mismas, salvo el río Ñuble, que, igual al Tiber de Roma, sigue en su permamente fluir.
El Peregrino Ciego fue siendo escrito practicamente a diario en un blog en los meses de diciembre de 2005 y febrero de 2006, en Estocolmo, después de su viaje a Chillán, su ciudad. Por eso la veintena de textos tienen cierto dejo de bitácora. O si no, de saga de Escandinavia, debido sin duda a la influencia ejercida por la cultura nórdica en el poeta, quien ha hecho gran parte de su vida en aquella esquina del mundo.
Finalmente quisiéramos recordar lo que escribió Eduardo Llanos Melussa en el prólogo de la Antología de la poesía de Enrique Lihn, como un ’por si acaso’ : « [...] estamos lejos aquí de la teorización versificada o de la versificación teorética, de esa cacareada ’reflexión sobre el lenguaje’ con que tantos autores aspiran a diplomarse de ’poetas lúcidos’ y ser investidos como tales por otros tantos colegas o académicos no menos autistas y despistados (también ellos a la caza de alguna patente de ’lectores agudos’)
He citado dos versos de "A Roma sepultada en sus ruinas", un soneto de don Francisco de Quevedo.
Manuel Durán señala que se trata de una imitación de un soneto de Du Bellay.
En la edición que yo tengo de la poesía original completa de Quevedo, leo en una nota al pie del soneto:
«Ramiro Ortiz en su Fortuna labilis. Storia di un motivo poetico da Ovidio al Leopardi, Bucarest, 1927, pág. 111, copia un epigrama del humanista polaco Nicola Sep Szarynski, publicado en Delitia italorum poetarum, Francoforte, 1608, que es la fuente de los versos primeros y últimos:
Et Roma in media Roman non invenies...»
He ahí, entonces, sus fuentes, su tradición.